Mentalización

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¿Qué es la Mentalización?
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La mentalización es un proceso según el cual tratamos de dar sentido al mundo que nos rodea, atribuyendo estados mentales a nosotros mismos (qué siento, qué pienso, qué intenciones tengo…) y a los demás (qué imagino que siente, qué imagino que piensa, qué intenciones imagino que tiene…), aunque siempre desde una actitud de curiosidad explícita y tolerancia al “no saber”, es decir, sin certezas ni verdades absolutas. Esto nos permite anticipar y comprender nuestro propio comportamiento, el comportamiento de otras personas y las relaciones interpersonales. Es una capacidad central para la comunicación y las relaciones humanas.

La mentalización es relacional: se genera en las relaciones con las personas que asumen las funciones parentales, se pierde en las inevitables situaciones de tensiones y conflictos interpersonales, y se recupera en momentos relacionales en los que nos sentimos adecuadamente reconocidos y comprendidos, sobre todo en nuestro sufrimiento.

Una definición sencilla del concepto de mentalización dice así: la mentalización es la capacidad de vernos a nosotros mismos desde fuera y de imaginarnos a los demás desde dentro. Esta definición sintetiza los aspectos principales de la mentalización:

  • La capacidad de introspección, es decir, de poder acercarnos a dar sentido a las emociones que sentimos en relación con lo que estemos viviendo, así como la capacidad de poder pensar sobre lo que nos está pasando.
  • La capacidad de empatía, de poder ponernos en el lugar del otro, tratando de imaginar lo que puede estar sintiendo y pensando la otra persona.
  • A estos dos aspectos hay que añadir la capacidad de poder percibir y comprender aquello que sucede a nivel emocional en las interacciones, es decir, el impacto emocional de todo aquello que decimos o hacemos sobre los demás, o la dimensión emocional de las interacciones.

Una definición más académica de la mentalización dice así: Mentalizar en una forma de actividad mental imaginativa, es decir, percibir e interpretar el comportamiento humano en términos de estados mentales intencionales, tales como, por ejemplo, necesidades, deseos, sentimientos, creencias, objetivos, propósitos y razones (Bateman y Fonagy, 2016).

Tal como nos recuerdan Asen y Fonagy en una reciente publicación (2021), debemos recordar que es importante enfatizar la palabra imaginativa, ya la imaginación sustenta la mentalización. Esto es así porque nos permite acercarnos con curiosidad e intuición a los pensamientos, sentimientos e intenciones de los demás, además de ayudarnos a dar sentido sus acciones, tal como organizamos nuestras propias experiencias subjetivas.

La Mentalización es una capacidad innata de representar las mentes de los demás, que depende del ambiente, es decir, del hecho de que hayamos sido adecuadamente mentalizados en nuestras primeras relaciones. Por lo tanto, la mentalización es relacional, puesto que se genera y se desarrolla en el contexto de las relaciones de apego.

Debemos recordar que la mentalización es frágil y que el ser humano no es demasiado bueno en mentalizar, ya que estamos diseñados para perder esta capacidad de forma continuada. Es una capacidad que se ve muy fácilmente desbordada y nunca es enteramente estable, consistente o unidimensional. Ante situaciones que generan un mayor nivel de activación emocional, la capacidad de mentalizar queda inevitablemente afectada (Luyten y Fonagy, 2015). Esto nos sucede ante situaciones de mayor intensidad emocional, con emociones tanto agradables como desagradables.

Cuando una persona no está mentalizando, se muestra incapaz de considerar la perspectiva de los demás, tiene certezas injustificadas sobre los estados mentales internos de uno mismo y de los demás, se centra solo en factores externos concretos para explicar la conducta de otros, hace atribuciones infundadas sobre los pensamientos o sentimientos de los demás, muestra un aparente falta de interés en los estados mentales, hace explicaciones de eventos excesivamente detalladas, relatos de pensamientos y sentimientos que tienen poca o ninguna conexión con la realidad, tiende a idealizar o denigrar el discurso y se muestra sobre enfocado o estancado en solo una de las dimensiones de la mentalización, es decir, trata de controlar aquello que siente como fuera de control.

Cuando estos modos de funcionamiento son predominantes, y no se equilibran con momentos en los que la persona es capaz de mentalizar, nos encontramos con mayor riesgo psicopatológico (Luyten et al., 2020).

¿Por qué nuestro enfoque en MBT?

La capacidad de mentalizar, también conocida como función reflexiva, es una fuente de protección psicosocial y emocional.

Desde el punto de vista del desarrollo, la adquisición, la práctica y la mejora de la mentalización dependen de la calidad de las relaciones en la vida temprana de alguien, pero también se ven influenciadas por las relaciones posteriores en la infancia y la vida adulta.

Todas las psicoterapias, desde el modelo cognitivo conductual hasta el psicodinámico, tienen como objetivo central mejorar la mentalización. El valor del modelo de Tratamiento Basado en la Mentalización, es que hace explícito este objetivo, ayudando a identificar cuándo estamos mentalizando y cuándo perdemos esta capacidad. Además, el modelo MBT tiene evidencia empírica que respalda su eficacia a nivel clínico.

Los niños y adultos que muestran buenos niveles de mentalización, son mejores para controlar y regular sus emociones y comportamientos. Además, cuando mejora la capacidad de mentalizar, también lo hace la capacidad general de relacionarse con los demás de una manera más efectiva y satisfactoria.

Por todo ello, IMAGINA tiene el modelo de la mentalización como base teórica de nuestra comprensión del funcionamiento humano, así como al modelo de intervención terapéutica MBT como modelo asistencial principal.

Tanto el equipo clínico como el equipo docente, son profesionales formados y certificados por el Anna Freud National Centre for Children and Families de Londres.

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